Un inglés, un francés y un español...
Reto 1
Chiste: un inglés, un francés y un español...
Así comenzaba la noticia,
un inglés un francés y un español, parecía un chiste.
Lamentablemente la noticia no era nada graciosa. Pero empecemos por
el principio...
Geoge. inglés, 18 años,
estudiante. Llevaba meses soñando con su primer viaje en solitario
fuera de su país. Se había portado bien, todo el año, había
estudiado para sacar buenas notas, había ayudado a su tío en la
tienda de ropa para ganar algo de dinero extra. Hasta había guardado
el dinero que sus abuelos le habían dado en navidad. Objetivo,
quince días en Salou, España. Le habían prometido playa, fiesta,
alcohol y chicas y estaba decidido a conseguirlo.
Jean Baptist, francés, 21
años, auxiliar administrativo. El mayor de 5 hermanos vivía a las
afueras de Toulouse. Su familia no era adinerada y con esfuerzo
habían pagado su universidad. Pero dar de comer, vestir y cuidar de
5 niños no es fácil así que nunca habían salido de vacaciones
fuera del país. Por fin y después de mucho ahorro, había
conseguido alquilar un piso de vacaciones en Cap Salou, España.
Estaba deseando pasar una semana tomando el sol sin pensar en nada.
Juan, español, 24 años,
relaciones publicas y barman de una discoteca. Esta temporada pintaba
bien, por fin parecía que la crisis se acababa, y los turistas
volvían en manada a ver el sol. Juan tenia estudios universitarios,
había estudiado administración de empresas, mientras trabajaba los
fines de semana en Port Aventura. Pero al acabar la carrera solo
había encontrado trabajo de camarero. Al final este año había
empezado la temporada como relaciones publicas de una discoteca, y
cuando faltaba alguien lo sustituía en la barra. Le gustaba el
ambiente nocturno y vivir de noche, así que pensó que sería un
buen trabajo para él.
Ese sábado por la noche
sus vidas se cruzaron de manera irremediable. George llevaba 2 días
en suelo español y quitando los momentos de sueño no había estado
un minuto sobrio. Era maravilloso. Había dejado todo el control, la
rigidez y las normas por las que cada día se regía su vida atrás.
Sabía que en su casa, al volver, le esperaban años de estudio y
trabajo en el negocio familiar. Largos días de aburrida rutina, y
que acabaría casado con alguna buena chica y con hijos. O al menos
eso era lo que esperaban de él. Así que tenia que aprovechar esos
momentos de libertad. Había cenado pizza y vodka con sus amigos y
ahora buscaban un lugar para seguir bebiendo y bailar.
Jean Baptist había pasado
el día en la playa, había comido paella y disfrutado del sol y el
calor. Por la tarde había conocido a unas chicas parisinas que como
él estaban de vacaciones, ellas conocían muy bien el lugar porque
venían todos los años y lo invitaron a tomar unas copas y a bailar.
Estaba feliz y pensaba que las cosas no podían ir mejor.
Juan había llegado
temprano a la discoteca, estaba emocionado con su nuevo trabajo. Le
habían dicho que acabaría quemado, harto de los turistas borrachos,
de las peleas y del horario. Pero por el momento él lo pasaba en
grande. Después de cenar y ayudar en la barra se había ido a su
esquina. El cruce de dos calles transitadas donde invitaba a las
chicas a chupitos gratis y prometía maravillas a los chicos para que
entraran en el local. Era pronto y aun no había mucha gente, hacia
calor, aun quedaba gente en la playa.
Juan llevaba un rato
entregando flyers vio que se acercaba un chico solo, iba bien
vestido, acabado de duchar. Parecía esperar a alguien. Se acercó y
empezó con su repertorio, el chico le respondió en francés. Así
que cambió su discurso a las frases que había aprendido en ese
idioma. Él le contestó algo que no entendió y señaló a la otra
acera. Se acercaban 3 chicas muy maquilladas y con mini vestidos.
Juan no dejaría escapar el grupito, pero antes captaría a unos
adolescentes que salían de una pizzería. Con suerte acababan de
cumplir los 18, eran ingleses y ya llevaban un rato de fiesta, se les
notaba a lo lejos. Los llamó y les enseñó los flyers de
descuentos. Un de ellos cruzó la calle haciendo eses.
Mientras tanto las chicas
se habían parado a esperar que una de ellas se calzara bien el
zapato. El francés esperaba, paciente. El chico inglés llego hasta
ellos y se tropezó con la acera. El francés lo cogió justo a
tiempo de que se comiera el bordillo. A Juan le hizo gracia. Estaban
un inglés, un francés y un español en una esquina... Entonces
cuando levantó la vista, vio el autobús.
Un enorme autobús lleno
de turistas venía por la avenida demasiado rápido. Lucho era
argentino, tenia 33 y acababa de llegar al país con la empresa de
trasporte que le había prometido un sueldo mas que decente y casa
donde vivir. Lo que no le habían dicho era la cantidad exagerada de
horas que tendría que trabajar sin fiestas y por un sueldo que, una
vez instalado no era tan abundante. En su primer día le habían dado
un mapa y los horarios de cada parada. Nadie le había indicado nada.
Sobre la marcha y gracias a viajeros habituales se había hecho con
la ruta. Pero llegaba tarde, esos servicios de la noche eran
importantes para el jefe. Sobretodo la parada que dejaba a la gente
casi delante de las discotecas.
Con tanto lio se había
ido retrasando así que como no había mucho tráfico le había
apretado un poco al acelerador. A ver si llegaba a tiempo. Ya casi
llegaba, justo al lado de la parada habían tres chicos jóvenes.
Ahora solo tenia que girar, frenar y el resto de la noche iría bien.
Pero no frenó. El viejo autocar eligió el peor momento para
quedarse sin frenos y llevarse por delante a los tres jóvenes. El
conductor maniobró pero no logró esquivarlos. Oyó, mejor dicho ,
sintió el golpetazo. Solo pensaba en frenar el bus, así que lo
estampo contra las palmeras de la rotonda. Luego vinieron los gritos,
las ambulancias, la policía.... Pero Lucho solo oía el golpe de sus
cuerpos contra el autobús.
Un inglés, un francés y
un español, mueren atropellados por un argentino que conducía como
loco un autobús.
Comentarios
Publicar un comentario